La presente crisis nacional es aleccionadora.
Las pretensiones de inaugurar un período histórico ‘nacional y popular' exitoso, han concluido en un fracaso. El kirchnerismo asiste a un levantamiento del capitalismo chacarero, aliado al capital financiero aplicado al agro; o sea, a una gran parte de la ‘burguesía nacional' que se había propuesto ‘reconstruir'. Enfrenta este levantamiento desde los intereses de los acreedores internacionales y de los pulpos mineros, e incluso desde los intereses de la ‘burguesía nacional' que se asocia a los monopolios de la energía, bajo la forma de la ‘argentinización'; una evaluadora de riesgos, Moody's, acaba de subir la calificación de Repsol, precisamente porque ha logrado liberar una parte de su propio capital en Argentina al vender una participación accionaria al grupo fundamentalista-kirchnerista de los Eskenazi. Por otro lado, en el marco de una ‘flexibilización laboral' que nunca amainó desde la crisis de 2001, la pobreza ha vuelto a crecer, incluso en medio de una ‘recuperación económica', como consecuencia de la precariedad del trabajo y de una inflación que se empina hacia el 40% al año.
La defunción política del nacionalismo burgués repercute en su posibilidad de dirigir un frente de clases que subordine el proletariado a la burguesía y a su Estado. La quiebra de la conciliación de clases se manifiesta en numerosos conflictos sindicales y en la división política de ambas CGTs. No sólo los Venegas, aliados al ruralismo, desafían al moyanismo; también lo hacen otras fracciones, que se van encolumnando en el frente anti-oficial que se está montando en el pejotismo. Si la crisis se agrava, esta oposición va a pasar a la conspiración abierta, a la Duhalde. Lo mismo ocurre en la CTA, con Yasky y compañía del lado de la caja oficial y De Gennaro y otros que hacen de asesores de la Federación Agraria.
El agotamiento del kirchnerismo inaugura una nueva etapa de transición, que abarca a la situación en su conjunto, a cada una de las clases sociales y a todos los partidos políticos. La izquierda democratizante también se ha partido en dos, en particular aquella que ‘se une': al defender al campo, uno, y al gobierno, el otro, el MST y el partido comunista han declarado abiertamente su apoyo a una perspectiva de desarrollo capitalista. Esto ocurre en medio de la crisis mundial más importante desde los años '30.
Es necesario aprovechar el agotamiento del nacionalismo y la división de la burguesía, por un lado, y la crisis que se ha abierto en el movimiento obrero patronal, para desarrollar una alternativa socialista. La nueva transición política vuelve a plantear con carácter inmediato una perspectiva estratégica. El Partido Obrero es el que más se ha preparado para desarrollar estas posibilidades y el que en esta crisis ha vuelto a mostrar no solamente su realismo sino su consecuencia política.
En nombre de esta caracterización llamamos a apoyar la campaña financiera del Partido Obrero; se trata de convertirla en un pronunciamiento de la vanguardia obrera y en especial de la nueva generación, así como de los luchadores de todas las clases sociales que se encuentran atrapados y amenazados por el impasse del capitalismo.
Jorge Altamira