Como se podía presumir, la valija de Antonini no era una sola ni solamente de él. De acuerdo con lo que le dijo al tribunal de Miami, eran dos valijas y en la otra venían 4,2 millones de dólares, que sumados a los 800 mil detectados en Aeroparque darían 5 millones de dólares. Número redondo. Aunque no es claro que 4,2 millones entren en una sola valija.
Ya no se trata únicamente de Claudio Uberti, el funcionario desplazado que fletó el avión del escándalo. Ahora es Julio De Vido el que trata como puede de despegarse, mientras Aníbal Fernández se vio obligado a declarar que Antonini nunca estuvo en la Casa Rosada aunque lo vieron allí una veintena de personas. Y Hugo Chávez asegura que su compatriota no formaba parte de la comitiva oficial aunque entró en Balcarce 52 con el presidente venezolano.
El gobierno argentino ha intentado todas las maniobras para conseguir un pacto de silencio. No lo logró. No podía lograrlo porque todo el asunto forma parte de una operación mucho más extensa de la Casa Blanca para atacar a Chávez mediante una provocación en regla. No es el caso Skanska, un asunto local.
Por supuesto, los dichos de Antonini deben tomarse con pinzas largas. Primero, porque es un buchón del FBI, esa cloaca de la inteligencia norteamericana dedicada a las peores maniobras. Además, la agente de la policía aeronáutica que detectó los dólares en el aeroparque escaneó todas las valijas, según declaró en Tribunales, y sólo advirtió dinero en la de Antonini.
De todos modos, las operaciones de la Casa Blanca y el FBI prosperan hasta generar una crisis porque en efecto hay, en Venezuela y en la Argentina, gobiernos de camarillas corrompidas hasta la médula. Y no hace al fondo del asunto, después de todo, si eran 800 mil o 5 millones: en un caso o en el otro, hay un tráfico ilegal de dinero - independientemente incluso de su destino- en viajes oficiales del gobierno argentino. Las relaciones con Venezuela no son nacionales o de colaboración antiimperalista, sino negocios capitalistas de camarillas.
Se trata en principio, por supuesto, de rechazar las maniobras y las provocaciones del gobierno norteamericano. Pero las maniobras y las provocaciones no pueden rechazarse mediante la defensa de las camarillas.
Ya no se trata únicamente de Claudio Uberti, el funcionario desplazado que fletó el avión del escándalo. Ahora es Julio De Vido el que trata como puede de despegarse, mientras Aníbal Fernández se vio obligado a declarar que Antonini nunca estuvo en la Casa Rosada aunque lo vieron allí una veintena de personas. Y Hugo Chávez asegura que su compatriota no formaba parte de la comitiva oficial aunque entró en Balcarce 52 con el presidente venezolano.
El gobierno argentino ha intentado todas las maniobras para conseguir un pacto de silencio. No lo logró. No podía lograrlo porque todo el asunto forma parte de una operación mucho más extensa de la Casa Blanca para atacar a Chávez mediante una provocación en regla. No es el caso Skanska, un asunto local.
Por supuesto, los dichos de Antonini deben tomarse con pinzas largas. Primero, porque es un buchón del FBI, esa cloaca de la inteligencia norteamericana dedicada a las peores maniobras. Además, la agente de la policía aeronáutica que detectó los dólares en el aeroparque escaneó todas las valijas, según declaró en Tribunales, y sólo advirtió dinero en la de Antonini.
De todos modos, las operaciones de la Casa Blanca y el FBI prosperan hasta generar una crisis porque en efecto hay, en Venezuela y en la Argentina, gobiernos de camarillas corrompidas hasta la médula. Y no hace al fondo del asunto, después de todo, si eran 800 mil o 5 millones: en un caso o en el otro, hay un tráfico ilegal de dinero - independientemente incluso de su destino- en viajes oficiales del gobierno argentino. Las relaciones con Venezuela no son nacionales o de colaboración antiimperalista, sino negocios capitalistas de camarillas.
Se trata en principio, por supuesto, de rechazar las maniobras y las provocaciones del gobierno norteamericano. Pero las maniobras y las provocaciones no pueden rechazarse mediante la defensa de las camarillas.