Dicen que Daniel Scioli era puro desconsuelo: "Predico todos los días la lucha implacable contra la droga y aparece un policía con seis kilos de marihuana en su casa" (Clarín, 8/1).
Por supuesto, el desconsuelo es mentiroso, para la galería; o, en todo caso, obedecerá al hecho de que los policías implicados en el secuestro del empresario Leonardo Bergara fueron tan torpes que se dejaron atrapar burdamente. Scioli no ignora, no puede ignorar, que la Bonaerense es un centro de distribución de drogas, de control de la comercialización y de regulación del narcotráfico en pequeña y mediana escala (en la grande ya no, en la grande los narcotraficantes organizan a la policía).
Se le podrían recordar al gobernador las operaciones "Café Blanco", "Strawberry" y tantas otras que develaron hasta qué punto la Bonaerense está involucrada con el narcotráfico, un negocio que sencillamente no podría funcionar sin la policía y sin los punteros políticos que se alimentan de él: "La política vive del narcotráfico", dijo hace poco Elisa Carrió, y la señora debe saber de qué habla.
Pero, compungido o no, Scioli hizo lo que pudo para acotar el escándalo policial en el caso Bergara (a uno de los oficiales detenidos por el secuestro se le encontraron esos seis kilos de marihuana en la casa): "Hay que cuidar la vida de Leonardo para que pronto pueda estar con su familia", dijo (Clarín, 7/1).
Mientras tanto, "el ministro (Carlos) Stornelli... (estaba) apremiado por la evolución del caso Bergara y por la hipótesis de una banda de secuestradores mixta (es decir, integrada por civiles y policías)" (Clarín, 8/1). En la práctica, casi no hay delitos importantes sin bandas mixtas.
Ahora, la jefatura de la Bonaerense, la gobernación y el ministerio provincial de Seguridad esperarán que el próximo escándalo no demore mucho y alcance para amortiguar los efectos de éste.
Mientras tanto, el capitán (comisario) Juan Vicente Cardozo y el teniente Víctor Ariel Vega se acusan mutuamente por el hecho de que el celular del primero recibió llamadas desde mismo teléfono usado por los secuestradores de Bergara para negociar el rescate (véase, además, el grado inconcebible de estupidez de esta gente). Al cierre de esta nota, otro policía había sido detenido y se dictaba orden de captura contra cuatro más, de modo que ni siquiera puede hablarse de banda mixta sino de banda policial con algunos "colaboradores" civiles.
Pero todo indica que el asunto no termina ahí. Ahora, "el foco está en las cercanías del inspector Roque Alberto Luján, a cargo de la comisaría de Berazategui, pero el ramalazo podría llegar hasta el jefe distrital departamental de Quilmes, comisionado Adrián Cisterna" (ídem).
Y se sopesan hipótesis más inquietantes. Por ejemplo: "El secuestro del empresario Leonardo Gabriel Bergara podría estar vinculado con el triple crimen de General Rodríguez y con la famosa y entreverada causa que investiga ‘la ruta de la efedrina'... (los policías detenidos) aparentemente seguían una pista que vincularía con el rapto a un funcionario de segunda línea del Registro Nacional de Armas (Renar)..." (Perfil, 9/1).
Ese funcionario del Renar habría sido el nexo de Sebastián Forza con un grupo de narcotraficantes con quienes se reunió en Quilmes poco antes de ser asesinado. Además, "se supone que en el secuestro de Bergara participaron policías y por lo menos tres presidiarios con el beneficio del arresto domiciliario, que a su vez tendrían conexiones con el tráfico de drogas en Paraguay" (ídem).
He ahí el cóctel principal de la inseguridad: una policía descompuesta y corrompida irreversiblemente, servicios penitenciarios iguales o peores que la policía, políticos complacientes o cómplices y bandas mixtas. Quien proponga fortalecer o reforzar a la policía y a la "mano dura" es, a no dudarlo, un compinche de los mafiosos.
Por supuesto, el desconsuelo es mentiroso, para la galería; o, en todo caso, obedecerá al hecho de que los policías implicados en el secuestro del empresario Leonardo Bergara fueron tan torpes que se dejaron atrapar burdamente. Scioli no ignora, no puede ignorar, que la Bonaerense es un centro de distribución de drogas, de control de la comercialización y de regulación del narcotráfico en pequeña y mediana escala (en la grande ya no, en la grande los narcotraficantes organizan a la policía).
Se le podrían recordar al gobernador las operaciones "Café Blanco", "Strawberry" y tantas otras que develaron hasta qué punto la Bonaerense está involucrada con el narcotráfico, un negocio que sencillamente no podría funcionar sin la policía y sin los punteros políticos que se alimentan de él: "La política vive del narcotráfico", dijo hace poco Elisa Carrió, y la señora debe saber de qué habla.
Pero, compungido o no, Scioli hizo lo que pudo para acotar el escándalo policial en el caso Bergara (a uno de los oficiales detenidos por el secuestro se le encontraron esos seis kilos de marihuana en la casa): "Hay que cuidar la vida de Leonardo para que pronto pueda estar con su familia", dijo (Clarín, 7/1).
Mientras tanto, "el ministro (Carlos) Stornelli... (estaba) apremiado por la evolución del caso Bergara y por la hipótesis de una banda de secuestradores mixta (es decir, integrada por civiles y policías)" (Clarín, 8/1). En la práctica, casi no hay delitos importantes sin bandas mixtas.
Ahora, la jefatura de la Bonaerense, la gobernación y el ministerio provincial de Seguridad esperarán que el próximo escándalo no demore mucho y alcance para amortiguar los efectos de éste.
Mientras tanto, el capitán (comisario) Juan Vicente Cardozo y el teniente Víctor Ariel Vega se acusan mutuamente por el hecho de que el celular del primero recibió llamadas desde mismo teléfono usado por los secuestradores de Bergara para negociar el rescate (véase, además, el grado inconcebible de estupidez de esta gente). Al cierre de esta nota, otro policía había sido detenido y se dictaba orden de captura contra cuatro más, de modo que ni siquiera puede hablarse de banda mixta sino de banda policial con algunos "colaboradores" civiles.
Pero todo indica que el asunto no termina ahí. Ahora, "el foco está en las cercanías del inspector Roque Alberto Luján, a cargo de la comisaría de Berazategui, pero el ramalazo podría llegar hasta el jefe distrital departamental de Quilmes, comisionado Adrián Cisterna" (ídem).
Y se sopesan hipótesis más inquietantes. Por ejemplo: "El secuestro del empresario Leonardo Gabriel Bergara podría estar vinculado con el triple crimen de General Rodríguez y con la famosa y entreverada causa que investiga ‘la ruta de la efedrina'... (los policías detenidos) aparentemente seguían una pista que vincularía con el rapto a un funcionario de segunda línea del Registro Nacional de Armas (Renar)..." (Perfil, 9/1).
Ese funcionario del Renar habría sido el nexo de Sebastián Forza con un grupo de narcotraficantes con quienes se reunió en Quilmes poco antes de ser asesinado. Además, "se supone que en el secuestro de Bergara participaron policías y por lo menos tres presidiarios con el beneficio del arresto domiciliario, que a su vez tendrían conexiones con el tráfico de drogas en Paraguay" (ídem).
He ahí el cóctel principal de la inseguridad: una policía descompuesta y corrompida irreversiblemente, servicios penitenciarios iguales o peores que la policía, políticos complacientes o cómplices y bandas mixtas. Quien proponga fortalecer o reforzar a la policía y a la "mano dura" es, a no dudarlo, un compinche de los mafiosos.