La marcha y el acto en Plaza de Mayo del 20 de diciembre pudieron haber reunido, bien contadas, unas ocho o nueve mil personas, lo que no es poco bajo el sol de ese sábado y contra el silencio absoluto de los medios de comunicación. Pero su fuerza política pasó por otro lado.
Ante todo, se plantó como la única movilización política -más sus expresiones en el interior, donde resalta la de Córdoba- que rescató la rebelión popular de 2001, cuando se abre a escala mundial y nacional un período de rebelión popular a partir de la crisis capitalista (concepto que el documento central planteó expresamente). Competidores de otros años, como la CTA, prefirieron distanciarse de la fecha y convocaron ocho días antes para reclamar un seguro universal para los niños, como plataforma electoral para el centroizquierda.
La fuerza unitaria de la marcha del 20 se alcanzó a partir de la claridad. La consigna central -que la crisis la paguen las patronales, los banqueros y los terratenientes- ordenó todos los aspectos de la movilización y colocó un planteo obrero cuando la crisis capitalista empieza a desplegarse en su enorme alcance, tanto mundial como nacional. Alrededor de ella se formuló un programa que permitió abrir el debate y definir políticamente la participación en todo un espectro del sindicalismo combativo, en las organizaciones estudiantiles y piqueteras.
A medida que pasaron los días se fueron definiendo sindicatos y cuerpos de delegados, como ATE Sur, los Sutebas de La Plata, Sarmiento, Lomas y Marcos Paz y Las Heras, AGD, Ademys, Sutna San Fernando, Ecotrans, la fábrica ocupada Indugraf y siete cuerpos de delegados gráficos, el plenario de Agrupaciones Opositoras Telefónicas, Pepsico, Internas de ATE o fracciones importantes de sindicatos, como los subtes; varios centros de estudiantes y las federaciones universitarias de la UBA y de La Plata; también de nuevas organizaciones piqueteras que no estuvieron en los tramos iniciales, y, a partir de todo esto, incluso sectores políticos como "Otro camino" que, como conjunto, adhirió 48 horas antes.
Nos propusimos que el acto fuera dominado por la luchas del momento, de manera que expresara la construcción de una política entre los trabajadores y en parte lo conseguimos. El acto transformó a General Motors en una bandera y, con ella, todas las luchas que han irrumpido, algunas de las cuales ocuparon el palco.
Salimos claramente de los habituales documentos rituales para elaborar un texto de intervención en la situación política que marca una guía al activismo en la próxima etapa. A partir de la consigna se formuló un programa de salida a la crisis que confronta con los fracasados rescates financieros y los subsidios al capital por parte de los estados. El documento desnudó al gobierno kirchnerista que financia la fuga de capitales y maniobra contra las masas para sostener el repago de la deuda externa ("sin renunciar al FMI") y al mismo tiempo denunció a la oposición de los Carrió, los Macri y los Duhalde que agitan la cesación de pagos para entregarnos, otra vez, directamente a los brazos del FMI, con la secuela de ajustes y tarifazos que ello implica.
Desde la plaza se impulsó un paro nacional, se denunció a las direcciones de la CGT y la CTA enfeudadas con el gobierno y las patronales, y de hecho, la marcha ocupó el lugar de una gran movilización obrera como caja de resonancia de las grandes luchas obreras contra los despidos: allí resonaron el paro del puerto marplatense, la movilización multitudinaria de los metalúrgicos de Villa Constitución del día anterior, la lucha de GM y el resto de huelgas y ocupaciones de fábrica.
Los medios siguieron un libreto boicotista muy cuidadoso en el que confluyeron la derecha y el gobierno, antes y después de la marcha, buscando evitar su convocatoria primero y su repercusión después. Pareciera que esta línea se agudizó cuando constataron que la convocatoria unía a toda la izquierda y al movimiento combativo de los sindicatos, estudiantes, piqueteros y organizaciones de familiares de víctimas y derechos humanos independientes del gobierno.
Para ello hubo un remedio también. Como nunca antes, salió un afiche que se vio ampliamente en los últimos dos días en la arterias principales de la Capital y ello ayudó en la movilización del activismo.
Desde luego, el compromiso de los agrupamientos políticos convocantes ha sido desigual. Eso se aprecia en la profundidad que tomó el trabajo según los distintos frentes de lucha, pero el planteo realizado es una guía para la etapa: desde la plaza se planteó la organización de todos los lugares de trabajo, la ocupación de toda fábrica que cierre o despida masivamente, el reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario, el aumento general de salarios y jubilaciones, la reapertura de paritarias y el rechazo a los recursos de crisis que implementan entre las patronales y el gobierno; se tomó partido por Atilra Rosario frente al ataque de la patota moyanista, al igual que por el cuerpo de delegados del subte como experiencia de vanguardia de toda la clase obrera; el documento impulsa también las listas unitarias del activismo contra la burocracia sindical.
Este programa de reivindicaciones transitorias se acompañó de otros planteos transicionales que hacen a una salida obrera y socialista a la crisis, como el desmantelamiento del aparato represivo, la nacionalización de la banca, el comercio exterior, la expropiación de la propiedad terrateniente, la reestatización de las privatizadas bajo control de los trabajadores y el no pago de la deuda externa. Denunciamos la responsabilidad del gobierno sobre una justicia cómplice de la impunidad de los Astiz y Cía.
La plaza defendió un curso de intervención obrera independiente frente a la crisis.
Ante todo, se plantó como la única movilización política -más sus expresiones en el interior, donde resalta la de Córdoba- que rescató la rebelión popular de 2001, cuando se abre a escala mundial y nacional un período de rebelión popular a partir de la crisis capitalista (concepto que el documento central planteó expresamente). Competidores de otros años, como la CTA, prefirieron distanciarse de la fecha y convocaron ocho días antes para reclamar un seguro universal para los niños, como plataforma electoral para el centroizquierda.
La fuerza unitaria de la marcha del 20 se alcanzó a partir de la claridad. La consigna central -que la crisis la paguen las patronales, los banqueros y los terratenientes- ordenó todos los aspectos de la movilización y colocó un planteo obrero cuando la crisis capitalista empieza a desplegarse en su enorme alcance, tanto mundial como nacional. Alrededor de ella se formuló un programa que permitió abrir el debate y definir políticamente la participación en todo un espectro del sindicalismo combativo, en las organizaciones estudiantiles y piqueteras.
A medida que pasaron los días se fueron definiendo sindicatos y cuerpos de delegados, como ATE Sur, los Sutebas de La Plata, Sarmiento, Lomas y Marcos Paz y Las Heras, AGD, Ademys, Sutna San Fernando, Ecotrans, la fábrica ocupada Indugraf y siete cuerpos de delegados gráficos, el plenario de Agrupaciones Opositoras Telefónicas, Pepsico, Internas de ATE o fracciones importantes de sindicatos, como los subtes; varios centros de estudiantes y las federaciones universitarias de la UBA y de La Plata; también de nuevas organizaciones piqueteras que no estuvieron en los tramos iniciales, y, a partir de todo esto, incluso sectores políticos como "Otro camino" que, como conjunto, adhirió 48 horas antes.
Nos propusimos que el acto fuera dominado por la luchas del momento, de manera que expresara la construcción de una política entre los trabajadores y en parte lo conseguimos. El acto transformó a General Motors en una bandera y, con ella, todas las luchas que han irrumpido, algunas de las cuales ocuparon el palco.
Salimos claramente de los habituales documentos rituales para elaborar un texto de intervención en la situación política que marca una guía al activismo en la próxima etapa. A partir de la consigna se formuló un programa de salida a la crisis que confronta con los fracasados rescates financieros y los subsidios al capital por parte de los estados. El documento desnudó al gobierno kirchnerista que financia la fuga de capitales y maniobra contra las masas para sostener el repago de la deuda externa ("sin renunciar al FMI") y al mismo tiempo denunció a la oposición de los Carrió, los Macri y los Duhalde que agitan la cesación de pagos para entregarnos, otra vez, directamente a los brazos del FMI, con la secuela de ajustes y tarifazos que ello implica.
Desde la plaza se impulsó un paro nacional, se denunció a las direcciones de la CGT y la CTA enfeudadas con el gobierno y las patronales, y de hecho, la marcha ocupó el lugar de una gran movilización obrera como caja de resonancia de las grandes luchas obreras contra los despidos: allí resonaron el paro del puerto marplatense, la movilización multitudinaria de los metalúrgicos de Villa Constitución del día anterior, la lucha de GM y el resto de huelgas y ocupaciones de fábrica.
Los medios siguieron un libreto boicotista muy cuidadoso en el que confluyeron la derecha y el gobierno, antes y después de la marcha, buscando evitar su convocatoria primero y su repercusión después. Pareciera que esta línea se agudizó cuando constataron que la convocatoria unía a toda la izquierda y al movimiento combativo de los sindicatos, estudiantes, piqueteros y organizaciones de familiares de víctimas y derechos humanos independientes del gobierno.
Para ello hubo un remedio también. Como nunca antes, salió un afiche que se vio ampliamente en los últimos dos días en la arterias principales de la Capital y ello ayudó en la movilización del activismo.
Desde luego, el compromiso de los agrupamientos políticos convocantes ha sido desigual. Eso se aprecia en la profundidad que tomó el trabajo según los distintos frentes de lucha, pero el planteo realizado es una guía para la etapa: desde la plaza se planteó la organización de todos los lugares de trabajo, la ocupación de toda fábrica que cierre o despida masivamente, el reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario, el aumento general de salarios y jubilaciones, la reapertura de paritarias y el rechazo a los recursos de crisis que implementan entre las patronales y el gobierno; se tomó partido por Atilra Rosario frente al ataque de la patota moyanista, al igual que por el cuerpo de delegados del subte como experiencia de vanguardia de toda la clase obrera; el documento impulsa también las listas unitarias del activismo contra la burocracia sindical.
Este programa de reivindicaciones transitorias se acompañó de otros planteos transicionales que hacen a una salida obrera y socialista a la crisis, como el desmantelamiento del aparato represivo, la nacionalización de la banca, el comercio exterior, la expropiación de la propiedad terrateniente, la reestatización de las privatizadas bajo control de los trabajadores y el no pago de la deuda externa. Denunciamos la responsabilidad del gobierno sobre una justicia cómplice de la impunidad de los Astiz y Cía.
La plaza defendió un curso de intervención obrera independiente frente a la crisis.