El Congreso boliviano se atribuyó facultades constituyentes para modificar unos cien artículos de la nueva Constitución y someterla a referendo el 25 de enero. Además, convocó a elecciones generales para el 6 de diciembre del año próximo. Bajo la presión de decenas de miles de obreros y campesinos concentrados en La Paz, el parlamento sesionó hasta última hora del lunes 20 para aprobar una "ley interpretativa" por la cual se dio a sí mismo facultades constituyentes. Evo Morales promulgó esa norma el martes 21 a las 3 de la madrugada. Así se hizo posible introducir las modificaciones acordadas por el MAS con los derechistas de Podemos, Unidad Nacional (UN) y Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR).
Más allá de limitar la reelección presidencial a un solo periodo, de modo que Morales podrá presentarse en 2009 pero no en 2014, la derecha obtuvo la principal de sus demandas: la cuestión de la tierra. El vicepresidente, Alvaro García Linera, dijo que "los resultados del referendo, sobre la tenencia de 5 mil o 10 mil hectáreas, no afectarán a quienes posean esas tierras hasta antes de la consulta y mientras cumplan con la función económica y social" (ABI, 20/10).
En cuanto a las autonomías, García Linera indicó que "se ha logrado un capítulo mucho más completo, sólido y de mayor vinculación con las expectativas de las regiones de Tarija, Beni, Santa Cruz y Pando" (ídem). De todos modos, ese rubro puede conocer más modificaciones porque el Congreso se ha dado un mecanismo interno que le permite volver sobre la cuestión.El ex vicepresidente de la Constituyente y rector de la Universidad Mayor de San Andrés, Roberto Aguilar, lamentó que no hubiera sido aquel organismo el que modificara el texto constitucional, pero, añadió, "los intereses del país están por encima de las instituciones. Si con esto logramos que se consolide el proceso de cambio, se avance en el referendo constituyente y que tengamos una nueva carta magna, creo que hay que acompañar este proceso" (Erbol, 19/10). Casi una rendición formal.
Por el lado de la derecha, el diputado Guillermo Mendoza, de Unidad Nacional, declaró: "Tal vez haya dos o tres disidentes (dentro de su partido), pero vamos a viabilizar este proyecto de convocatoria de referendo. Para el disfrute, es una de las constituciones más progresistas de la historia, en materia social es fantástica y sublime" (ídem). A todo esto, tanto la derecha como el gobierno sostienen que se ha consumado, por fin, el "gran acuerdo nacional" (Erbol, 20/10).
Ese acuerdo tiene el aval entusiasta no sólo de la Unasur; además, al coro de elogios se ha añadido la OEA, cuyo emisario, el ex presidente chileno Raúl Lagos, dijo en La Paz: "Este es el triunfo, no particular de nadie; es de Bolivia porque se han completado todas las voluntades, se ha llegado a acuerdos y eso es lo importante en la construcción de un nuevo país" (ABI, 21/10).
Las voces discordantes
Como se advierte en la primera lectura de la simple información, los nombres de Rubén Costas, Branko Marincovic, Mario Cossío o la Unión Juvenil Cruceñista (UJC) han desaparecido de los primeros planos: La fuerza de choque, la expresión declaradamente fascista de los cien clanes de terratenientes, agroindustriales, narcotraficantes y contrabandistas que controlan la vida política y económica de la "media luna", cedió su lugar a la representación política parlamentaria de esos mismos clanes.
Fracasada, debido a la poderosa movilización popular que se le opuso, la intención de imponer manu militare el derrocamiento de Morales y/o la secesión de la "media luna", los derechistas debieron dejar las pistolas y las cachiporras e ir, como prolijos ciudadanos, a discutir párrafo por párrafo el texto de la Constitución a la que habían jurado no aceptar jamás. Ese paso no les ha sido gratuito: los partidos de la derecha se rompen, la UJC destituye a sus jefes y la Falange Socialista Boliviana (FSB) grita "traición".
De parte del oficialismo, la ex presidenta de la Asamblea Constituyente, Silvia Lazarte, ha dejado oír su voz discordante al reprobar que el parlamento haya asumido funciones "que no le competen" para modificar el texto de la Constitución. "Ellos no son quién para modificar y tampoco para aprobar", dijo el lunes 20 por la noche, en la plaza Murillo (Erbol, 21/10). También se opuso a las modificaciones Román Loayza, de la Coordinadora Nacional para el Cambio (Conalcam), un dirigente histórico del MAS a quien han raleado por sus desacuerdos con la política del gobierno. Igual actitud asumió Oscar Olivera, caudillo de la "guerra del agua" en Cochabamba en el año 2000, dirigente de la Federación de Fabriles cochabambina.Otros, como Fidel Surco, también de la Conalcam, que habían prometido no aceptar "ni que se cambie una coma", ahora sostienen, como Aguilar, que se ha debido ceder "en nombre de la paz" (Fides, 21/10).
Se tiene ahora una situación de apariencia contradictoria. El gobierno impidió que el movimiento de masas aplastara la sedición derechista y, al mismo tiempo, aprovechó los golpes propinados a la derecha por obreros y campesinos para organizar la "mesa de diálogo" que Morales propone desde el primer día. En ese "diálogo" hizo concesiones tales que se ató a sí mismo las manos hasta para ser reformista. El MAS esterilizó, ya no una "reforma agraria" que nunca proclamó sino incluso el "ordenamiento de tierras" propugnado por el oficialismo, además de darle a la derecha poder de veto en las autonomías. Por eso tanta felicidad en Podemos, en Unidad Nacional, en el MNR y, claro, en la OEA y la Unasur. También, como veremos, en la Unión Europea.
Perspectivas
La Unasur no hizo en la crisis boliviana nada distinto de lo que se proponía hacer la OEA: impedir que las masas resolvieran el asunto por sí, mediante el aplastamiento de la derecha. Vieron el peligro de una salida revolucionaria, de una guerra agraria regional, y organizaron una cruzada contra esa posibilidad. Por ahora, lo han logrado.
¿Por qué, en ese caso, se desplazó a la OEA en la resolución del conflicto? Desde el primer momento, al designar embajador a Philip Goldberg -ex operador de la CIA y del Departamento de Estado en Kosovo-, Washington mostró sus cartas: el golpe e incluso la secesión. Es decir, un imposible, una variante para la cual no había internacionalmente el menor espacio.
En ese punto, como en tantos otros, los intereses norteamericanos chocaron con los de la Unión Europea y, sabido es, los vínculos comerciales y de todo tipo de América Latina con Europa - muy especialmente de Brasil- crecen sostenidamente. Además, la crisis boliviana se desarrollaba mientras Lula enviaba buques de guerra a prote
ger su plataforma petrolera submarina... de los patrullajes en esa zona de la IV Flota de los Estados Unidos.
En cambio, la UE, taxativamente, "se suma a la Declaración de la Moneda", de la Unasur (Consejo de la UE, 19/9). El embajador español ante ese Consejo y eurodiputado socialista, Emilio Menéndez del Valle, celebró que "por primera vez Suramérica intenta resolver sus problemas evitando que intervenga Estados Unidos, país que, por cierto, se abstuvo de hacer manifestación alguna similar a la de La Moneda, lo que califica de por sí la política estadounidense en la región" (El País, 15/10).
Así las cosas, Bolivia ha sido teatro de una pugna inter-imperialista y de un pacto regional contrarrevolucionario. Morales ha cedido a la derecha boliviana porque antes claudicó ante esas presiones internacionales.
Por ahora, las inevitables fracturas y diferenciaciones en la base social que sostiene al gobierno del MAS sólo se manifiestan en cuanto tendencias, que emergerán inevitablemente en cuanto quede claro que Morales se ha entrampado a sí mismo en este acuerdo. Entretanto, como hace poco más de un mes la derecha no quería dialogar, atacaba por la fuerza al oficialismo y hasta impulsaba la guerra civil, y ahora en cambio la movilización popular la ha obligado a firmar un "acuerdo nacional" con el MAS, el gobierno se ha dado modos para presentar su claudicación como si fuera una victoria. Es una maniobra de vuelo bajo, sin perspectivas históricas.
Esa maniobra se ha visto facilitada porque la clase obrera, en buena parte, se ha diluido en la masa campesina durante todo el conflicto reciente. A su vez, esa masa campesina ha ido detrás de una variante indigenista del nacionalismo burgués, como a fines del siglo XIX fue detrás de los liberales contra los conservadores, o en 1952 detrás del MNR contra la "rosca" minera. Siempre fueron traicionados y hasta masacrados por los mismos que se habían respaldado en ellos contra sus enemigos circunstanciales.
Una alternativa propia del campesinado es históricamente imposible, tanto como es imposible un régimen social de pequeños productores, de parcelarios. Tan imposible como el "capitalismo andino" de García Linera.
Se trata, por lo tanto, de que Bolivia encuentre la indispensable dirección obrera para las luchas que vienen.
Más allá de limitar la reelección presidencial a un solo periodo, de modo que Morales podrá presentarse en 2009 pero no en 2014, la derecha obtuvo la principal de sus demandas: la cuestión de la tierra. El vicepresidente, Alvaro García Linera, dijo que "los resultados del referendo, sobre la tenencia de 5 mil o 10 mil hectáreas, no afectarán a quienes posean esas tierras hasta antes de la consulta y mientras cumplan con la función económica y social" (ABI, 20/10).
En cuanto a las autonomías, García Linera indicó que "se ha logrado un capítulo mucho más completo, sólido y de mayor vinculación con las expectativas de las regiones de Tarija, Beni, Santa Cruz y Pando" (ídem). De todos modos, ese rubro puede conocer más modificaciones porque el Congreso se ha dado un mecanismo interno que le permite volver sobre la cuestión.El ex vicepresidente de la Constituyente y rector de la Universidad Mayor de San Andrés, Roberto Aguilar, lamentó que no hubiera sido aquel organismo el que modificara el texto constitucional, pero, añadió, "los intereses del país están por encima de las instituciones. Si con esto logramos que se consolide el proceso de cambio, se avance en el referendo constituyente y que tengamos una nueva carta magna, creo que hay que acompañar este proceso" (Erbol, 19/10). Casi una rendición formal.
Por el lado de la derecha, el diputado Guillermo Mendoza, de Unidad Nacional, declaró: "Tal vez haya dos o tres disidentes (dentro de su partido), pero vamos a viabilizar este proyecto de convocatoria de referendo. Para el disfrute, es una de las constituciones más progresistas de la historia, en materia social es fantástica y sublime" (ídem). A todo esto, tanto la derecha como el gobierno sostienen que se ha consumado, por fin, el "gran acuerdo nacional" (Erbol, 20/10).
Ese acuerdo tiene el aval entusiasta no sólo de la Unasur; además, al coro de elogios se ha añadido la OEA, cuyo emisario, el ex presidente chileno Raúl Lagos, dijo en La Paz: "Este es el triunfo, no particular de nadie; es de Bolivia porque se han completado todas las voluntades, se ha llegado a acuerdos y eso es lo importante en la construcción de un nuevo país" (ABI, 21/10).
Las voces discordantes
Como se advierte en la primera lectura de la simple información, los nombres de Rubén Costas, Branko Marincovic, Mario Cossío o la Unión Juvenil Cruceñista (UJC) han desaparecido de los primeros planos: La fuerza de choque, la expresión declaradamente fascista de los cien clanes de terratenientes, agroindustriales, narcotraficantes y contrabandistas que controlan la vida política y económica de la "media luna", cedió su lugar a la representación política parlamentaria de esos mismos clanes.
Fracasada, debido a la poderosa movilización popular que se le opuso, la intención de imponer manu militare el derrocamiento de Morales y/o la secesión de la "media luna", los derechistas debieron dejar las pistolas y las cachiporras e ir, como prolijos ciudadanos, a discutir párrafo por párrafo el texto de la Constitución a la que habían jurado no aceptar jamás. Ese paso no les ha sido gratuito: los partidos de la derecha se rompen, la UJC destituye a sus jefes y la Falange Socialista Boliviana (FSB) grita "traición".
De parte del oficialismo, la ex presidenta de la Asamblea Constituyente, Silvia Lazarte, ha dejado oír su voz discordante al reprobar que el parlamento haya asumido funciones "que no le competen" para modificar el texto de la Constitución. "Ellos no son quién para modificar y tampoco para aprobar", dijo el lunes 20 por la noche, en la plaza Murillo (Erbol, 21/10). También se opuso a las modificaciones Román Loayza, de la Coordinadora Nacional para el Cambio (Conalcam), un dirigente histórico del MAS a quien han raleado por sus desacuerdos con la política del gobierno. Igual actitud asumió Oscar Olivera, caudillo de la "guerra del agua" en Cochabamba en el año 2000, dirigente de la Federación de Fabriles cochabambina.Otros, como Fidel Surco, también de la Conalcam, que habían prometido no aceptar "ni que se cambie una coma", ahora sostienen, como Aguilar, que se ha debido ceder "en nombre de la paz" (Fides, 21/10).
Se tiene ahora una situación de apariencia contradictoria. El gobierno impidió que el movimiento de masas aplastara la sedición derechista y, al mismo tiempo, aprovechó los golpes propinados a la derecha por obreros y campesinos para organizar la "mesa de diálogo" que Morales propone desde el primer día. En ese "diálogo" hizo concesiones tales que se ató a sí mismo las manos hasta para ser reformista. El MAS esterilizó, ya no una "reforma agraria" que nunca proclamó sino incluso el "ordenamiento de tierras" propugnado por el oficialismo, además de darle a la derecha poder de veto en las autonomías. Por eso tanta felicidad en Podemos, en Unidad Nacional, en el MNR y, claro, en la OEA y la Unasur. También, como veremos, en la Unión Europea.
Perspectivas
La Unasur no hizo en la crisis boliviana nada distinto de lo que se proponía hacer la OEA: impedir que las masas resolvieran el asunto por sí, mediante el aplastamiento de la derecha. Vieron el peligro de una salida revolucionaria, de una guerra agraria regional, y organizaron una cruzada contra esa posibilidad. Por ahora, lo han logrado.
¿Por qué, en ese caso, se desplazó a la OEA en la resolución del conflicto? Desde el primer momento, al designar embajador a Philip Goldberg -ex operador de la CIA y del Departamento de Estado en Kosovo-, Washington mostró sus cartas: el golpe e incluso la secesión. Es decir, un imposible, una variante para la cual no había internacionalmente el menor espacio.
En ese punto, como en tantos otros, los intereses norteamericanos chocaron con los de la Unión Europea y, sabido es, los vínculos comerciales y de todo tipo de América Latina con Europa - muy especialmente de Brasil- crecen sostenidamente. Además, la crisis boliviana se desarrollaba mientras Lula enviaba buques de guerra a prote
ger su plataforma petrolera submarina... de los patrullajes en esa zona de la IV Flota de los Estados Unidos.
En cambio, la UE, taxativamente, "se suma a la Declaración de la Moneda", de la Unasur (Consejo de la UE, 19/9). El embajador español ante ese Consejo y eurodiputado socialista, Emilio Menéndez del Valle, celebró que "por primera vez Suramérica intenta resolver sus problemas evitando que intervenga Estados Unidos, país que, por cierto, se abstuvo de hacer manifestación alguna similar a la de La Moneda, lo que califica de por sí la política estadounidense en la región" (El País, 15/10).
Así las cosas, Bolivia ha sido teatro de una pugna inter-imperialista y de un pacto regional contrarrevolucionario. Morales ha cedido a la derecha boliviana porque antes claudicó ante esas presiones internacionales.
Por ahora, las inevitables fracturas y diferenciaciones en la base social que sostiene al gobierno del MAS sólo se manifiestan en cuanto tendencias, que emergerán inevitablemente en cuanto quede claro que Morales se ha entrampado a sí mismo en este acuerdo. Entretanto, como hace poco más de un mes la derecha no quería dialogar, atacaba por la fuerza al oficialismo y hasta impulsaba la guerra civil, y ahora en cambio la movilización popular la ha obligado a firmar un "acuerdo nacional" con el MAS, el gobierno se ha dado modos para presentar su claudicación como si fuera una victoria. Es una maniobra de vuelo bajo, sin perspectivas históricas.
Esa maniobra se ha visto facilitada porque la clase obrera, en buena parte, se ha diluido en la masa campesina durante todo el conflicto reciente. A su vez, esa masa campesina ha ido detrás de una variante indigenista del nacionalismo burgués, como a fines del siglo XIX fue detrás de los liberales contra los conservadores, o en 1952 detrás del MNR contra la "rosca" minera. Siempre fueron traicionados y hasta masacrados por los mismos que se habían respaldado en ellos contra sus enemigos circunstanciales.
Una alternativa propia del campesinado es históricamente imposible, tanto como es imposible un régimen social de pequeños productores, de parcelarios. Tan imposible como el "capitalismo andino" de García Linera.
Se trata, por lo tanto, de que Bolivia encuentre la indispensable dirección obrera para las luchas que vienen.