El valor de los capitales de los grandes pulpos bancarios e industriales se ha caído en picada.
Los bancos en Estados Unidos han perdido el 66% de su valor en un año.
General Motors, el 90% de su valor; General Electric, el 50%; Tenaris, el 70% en cuatro meses; son apenas una muestra de una realidad generalizada.
Han quedado en esta situación como consecuencia de la caída de su expectativa de beneficios, por un lado, y de su endeudamiento extraordinario, por el otro.
Ahora reclaman fondos del Estado para salir de su estado de bancarrota, pero ningún estado del planeta tiene los medios financieros para salvar al capital en su conjunto.
Aun así, el gobierno de Estados Unidos, por ejemplo, ya ha comprometido billones de dólares para asistir a sus grupos más poderosos, dinero que dejará de ir a los gastos sociales y obligará a un endeudamiento colosal del Estado.
Pero para el rescate del conjunto del capital el dinero no alcanza, la única salida son las suspensiones y despidos de trabajadores de sus empresas; la reducción de los salarios, sea por vía directa o por medio de la hiperinflación; el incumplimiento de las promesas de pagar las jubilaciones en función de los aportes efectuados; el despojo de los ahorristas; el achicamiento de los presupuestos de salud y educación; el desalojo de millones de personas de sus viviendas, sea porque no pueden pagar el alquiler o la hipoteca de su propiedad.
El rescate del capital plantea la emergencia de nuevas guerras y el pillaje de los pueblos.
¿Pero no hay otra salida?
Absolutamente sí.
Si el capital no puede mantener en producción la gigantesca maquinaria que ha creado la humanidad, debido a la anarquía de su organización social y al afán incesante de lucro de los capitalistas, los trabajadores debemos hacernos cargo de esa maquinaria, para ponerla al servicio de las necesidades de la mayoría.
Los Kirchner han asumido la responsabilidad de rescatar al pulpo Techint (Tenaris) o a las automotrices o al capital sojero, que mira impotente la caída del precio internacional de la soja.
Para proceder a ese rescate prepara la devaluación del peso, lo que ocasionará mayores miserias para los trabajadores.
Los K ya permitieron la salida de 23.000 millones de dólares en poco más de un año, sin recibir la menor reprimenda de los Buzzi, Carrió o Macri; siguen ofreciendo subsidios a los empresarios, que luego desvían ese dinero hacia la fuga de dólares.
Con la devaluación del peso buscan desvalorizar los salarios y las jubilaciones, y propinar un nuevo golpe a lo que resta de los ahorros depositados en los bancos.
Los secundan en esa labor la totalidad de los partidos patronales, sean de derecha o de centroizquierda, y hasta han logrado que comiencen a colaborar la Unión Industrial y la Mesa de Enlace sojera.
Pero hay otra salida: nacionalizar los bancos y el comercio exterior; establecer el control de cambios; prohibir suspensiones y despidos y repartir las horas de trabajo; terminar con el saqueo de la deuda externa; aumentar de inmediato los salarios y las jubilaciones.
Con este programa podemos unir a los trabajadores de toda América Latina, y convertir a los peligros que vienen de la crisis en los países vecinos en un factor de colaboración entre nuestras clases obreras y campesinas.
Los bancos en Estados Unidos han perdido el 66% de su valor en un año.
General Motors, el 90% de su valor; General Electric, el 50%; Tenaris, el 70% en cuatro meses; son apenas una muestra de una realidad generalizada.
Han quedado en esta situación como consecuencia de la caída de su expectativa de beneficios, por un lado, y de su endeudamiento extraordinario, por el otro.
Ahora reclaman fondos del Estado para salir de su estado de bancarrota, pero ningún estado del planeta tiene los medios financieros para salvar al capital en su conjunto.
Aun así, el gobierno de Estados Unidos, por ejemplo, ya ha comprometido billones de dólares para asistir a sus grupos más poderosos, dinero que dejará de ir a los gastos sociales y obligará a un endeudamiento colosal del Estado.
Pero para el rescate del conjunto del capital el dinero no alcanza, la única salida son las suspensiones y despidos de trabajadores de sus empresas; la reducción de los salarios, sea por vía directa o por medio de la hiperinflación; el incumplimiento de las promesas de pagar las jubilaciones en función de los aportes efectuados; el despojo de los ahorristas; el achicamiento de los presupuestos de salud y educación; el desalojo de millones de personas de sus viviendas, sea porque no pueden pagar el alquiler o la hipoteca de su propiedad.
El rescate del capital plantea la emergencia de nuevas guerras y el pillaje de los pueblos.
¿Pero no hay otra salida?
Absolutamente sí.
Si el capital no puede mantener en producción la gigantesca maquinaria que ha creado la humanidad, debido a la anarquía de su organización social y al afán incesante de lucro de los capitalistas, los trabajadores debemos hacernos cargo de esa maquinaria, para ponerla al servicio de las necesidades de la mayoría.
Los Kirchner han asumido la responsabilidad de rescatar al pulpo Techint (Tenaris) o a las automotrices o al capital sojero, que mira impotente la caída del precio internacional de la soja.
Para proceder a ese rescate prepara la devaluación del peso, lo que ocasionará mayores miserias para los trabajadores.
Los K ya permitieron la salida de 23.000 millones de dólares en poco más de un año, sin recibir la menor reprimenda de los Buzzi, Carrió o Macri; siguen ofreciendo subsidios a los empresarios, que luego desvían ese dinero hacia la fuga de dólares.
Con la devaluación del peso buscan desvalorizar los salarios y las jubilaciones, y propinar un nuevo golpe a lo que resta de los ahorros depositados en los bancos.
Los secundan en esa labor la totalidad de los partidos patronales, sean de derecha o de centroizquierda, y hasta han logrado que comiencen a colaborar la Unión Industrial y la Mesa de Enlace sojera.
Pero hay otra salida: nacionalizar los bancos y el comercio exterior; establecer el control de cambios; prohibir suspensiones y despidos y repartir las horas de trabajo; terminar con el saqueo de la deuda externa; aumentar de inmediato los salarios y las jubilaciones.
Con este programa podemos unir a los trabajadores de toda América Latina, y convertir a los peligros que vienen de la crisis en los países vecinos en un factor de colaboración entre nuestras clases obreras y campesinas.