Entre el pago al Club de París, la suba de tarifas de luz y gas, el arreglo con los bonistas (en realidad con los banqueros y fondos que compraron los títulos a los pequeños inversores), el nuevo canje de deuda y la aceptación de créditos ofrecidos por el Citi y el Deutsche Bank, el gobierno nacional y popular ha terminado ejecutando lo que reclamaban sus opositores, en especial la Coalición Cívica y su banquero Prat Gay, Lavagna y el FMI.
De todos modos, la posición de Argentina ha empeorado financieramente de cara a la crisis mundial. Sus reservas, secreto de Estado, se han achicado en forma notoria: no solamente hay que computar en el menos a los 20.000 millones de dólares de deuda del Banco Central con los bancos locales, sino que entre las reservas brutas, de 47.000 millones de dólares, hay que inscribir el adelanto al gobierno para pagar al Club de París y el que se otorgó para pagar al FMI. En tales condiciones, las reservas en divisas efectivas no llegan, en la actualidad, a los 40.000 millones de dólares que respalden la base monetaria. Como entonces el gobierno no puede recurrir más a lo que llama reservas de libre disponibilidad, ha decidido ampliar la autorización de préstamos oficiales del Banco Nación y seguir metiendo los garfios en la Anses. Esto último explica holgadamente que la movilidad jubilatoria se establezca a partir de parámetros que la reducen considerablemente. Pero nada de esto podrá alcanzar cuando la salida de capitales se incrementa en forma constante, como lo demuestra la devaluación progresiva del peso y la salida de depósitos de los bancos, y por sobre todo la caída de los precios internacionales de las materias primas alimenticias.
En tales condiciones precarias, el sacudón financiero de Brasil amenaza con dejar sin resto al principal socio comercial de Argentina. La fuga de capitales de Brasil, que ha llegado a los 5.000 millones de dólares en menos de un mes, golpeará duramente a todo su sistema de créditos al consumo, basado precisamente en el gran ingreso de capitales de los últimos años. Esto dañará el consumo y la producción y el empleo, y naturalmente al sistema bancario asociado al boom del crédito consumidor. Dos industrias importantes de Brasil acaban de anunciar pérdidas extraordinarias debido a sus inversiones, que nadie conocía, en los bonos basura de los Estados Unidos. En síntesis, la crisis mundial tendrá impactos gruesos a corto plazo en el Cono Sur.
En este marco, la Mesa de Enlace agropecuaria ha salido a una nueva movilización con el apoyo más que entusiasta del maoísmo. El reclamo de los sojeros es muy simple: el dólar a 3,50-70, con el cual pretenden resarcirse de la baja extraordinaria de los precios de exportación. En este planteo, reiteradamente reclamado por el agrarista Buzzi, no solamente cuentan con el apoyo de la Rural y CRA, que dicen lo mismo cuando piden una reducción de retenciones a la exportación. También cuentan con otros adherentes ostensibles: de un lado Eduardo Duhalde y su modelo productivo de devaluación, y por otro lado Claudio Lozano, que ha empezado a quejarse del ‘retraso cambiario' (Crítica, 30/9). Lo curioso es que, de este modo, el frente golpista de 2001 gana para su bloque a una parte de la CTA; y, por otro lado, el gobierno de la burguesía nacional queda parado en la posición de De la Rúa, defendiendo el tipo de cambio para no azuzar la inflación. Esta defensa del peso fuerte es además congruente con la negociación que hay entablada para canjear la deuda a corto plazo, que sería casi imposible si se acentúa la inflación en curso.
El choque que ha quedado planteado tiene claramente que ver con la crisis mundial y con el achicamiento que provoca de los ingresos nacionales. Denunciamos la posición confiscatoria de ambos bloques patronales en disputa (el sojero defiende sus ingresos contra los consumidores; el gobierno su recaudación para pagar a los banqueros) y llamamos a construir una alternativa independiente de los trabajadores.
De todos modos, la posición de Argentina ha empeorado financieramente de cara a la crisis mundial. Sus reservas, secreto de Estado, se han achicado en forma notoria: no solamente hay que computar en el menos a los 20.000 millones de dólares de deuda del Banco Central con los bancos locales, sino que entre las reservas brutas, de 47.000 millones de dólares, hay que inscribir el adelanto al gobierno para pagar al Club de París y el que se otorgó para pagar al FMI. En tales condiciones, las reservas en divisas efectivas no llegan, en la actualidad, a los 40.000 millones de dólares que respalden la base monetaria. Como entonces el gobierno no puede recurrir más a lo que llama reservas de libre disponibilidad, ha decidido ampliar la autorización de préstamos oficiales del Banco Nación y seguir metiendo los garfios en la Anses. Esto último explica holgadamente que la movilidad jubilatoria se establezca a partir de parámetros que la reducen considerablemente. Pero nada de esto podrá alcanzar cuando la salida de capitales se incrementa en forma constante, como lo demuestra la devaluación progresiva del peso y la salida de depósitos de los bancos, y por sobre todo la caída de los precios internacionales de las materias primas alimenticias.
En tales condiciones precarias, el sacudón financiero de Brasil amenaza con dejar sin resto al principal socio comercial de Argentina. La fuga de capitales de Brasil, que ha llegado a los 5.000 millones de dólares en menos de un mes, golpeará duramente a todo su sistema de créditos al consumo, basado precisamente en el gran ingreso de capitales de los últimos años. Esto dañará el consumo y la producción y el empleo, y naturalmente al sistema bancario asociado al boom del crédito consumidor. Dos industrias importantes de Brasil acaban de anunciar pérdidas extraordinarias debido a sus inversiones, que nadie conocía, en los bonos basura de los Estados Unidos. En síntesis, la crisis mundial tendrá impactos gruesos a corto plazo en el Cono Sur.
En este marco, la Mesa de Enlace agropecuaria ha salido a una nueva movilización con el apoyo más que entusiasta del maoísmo. El reclamo de los sojeros es muy simple: el dólar a 3,50-70, con el cual pretenden resarcirse de la baja extraordinaria de los precios de exportación. En este planteo, reiteradamente reclamado por el agrarista Buzzi, no solamente cuentan con el apoyo de la Rural y CRA, que dicen lo mismo cuando piden una reducción de retenciones a la exportación. También cuentan con otros adherentes ostensibles: de un lado Eduardo Duhalde y su modelo productivo de devaluación, y por otro lado Claudio Lozano, que ha empezado a quejarse del ‘retraso cambiario' (Crítica, 30/9). Lo curioso es que, de este modo, el frente golpista de 2001 gana para su bloque a una parte de la CTA; y, por otro lado, el gobierno de la burguesía nacional queda parado en la posición de De la Rúa, defendiendo el tipo de cambio para no azuzar la inflación. Esta defensa del peso fuerte es además congruente con la negociación que hay entablada para canjear la deuda a corto plazo, que sería casi imposible si se acentúa la inflación en curso.
El choque que ha quedado planteado tiene claramente que ver con la crisis mundial y con el achicamiento que provoca de los ingresos nacionales. Denunciamos la posición confiscatoria de ambos bloques patronales en disputa (el sojero defiende sus ingresos contra los consumidores; el gobierno su recaudación para pagar a los banqueros) y llamamos a construir una alternativa independiente de los trabajadores.