Cualquiera puede ver en los diarios que la crisis financiera mundial se ha transformado en una crisis social y política.
Como ocurrió con Alfonsín en 1989, Bush ha perdido su capacidad de gobierno y hasta es posible que deba adelantar la transmisión del mando.
La televisión ha comenzado a mostrar las primeras manifestaciones de repudio popular al rescate de los banqueros, mientras crecen los despidos en las empresas y los desalojos de las viviendas.
Las jubilaciones se encuentran en peligro, porque las AFJP norteamericanas tienen metido el dinero en los bonos basura que vendieron los especuladores internacionales.
En nuestras tierras, los gobernantes dicen que no debemos inquietarnos, como si lo que hubiéramos vivido hasta ahora estuviera exento de inquietudes.
Pero sea como fuere, la Presidenta ha decidido hacer lo mismo que Bush: rescatar a los banqueros a costa de los contribuyentes y de los trabajadores.
Paga al Club de París y a los banqueros que se disfrazan de bonistas, y hasta ofrece un nuevo canje de deuda que, por la misma crisis, representará una mayor carga financiera.
Por otro lado, manda una movilidad jubilatoria que no es tal porque parte de un piso muy bajo, por la falta de ajustes en los últimos años y porque condiciona las jubilaciones a la recaudación -exactamente como la hacía la ley de Solidaridad Previsional de Cavallo.La Presidenta dice que estamos blindados frente a la crisis, pero los precios de las exportaciones caen y, por este motivo, los sojeros reclaman la devaluación de la moneda -la cual pagaremos los consumidores con mayor inflación.
La Presidenta, de nuevo, dice que tenemos sólidas relaciones internacionales, pero lo cierto es que Brasil se sacude por la crisis mundial, debido al gran endeudamiento que sus capitalistas y el Estado han contraído en los últimos años.
Como lo hizo De la Rúa en 2001, la Presidenta busca apaciguar al pueblo, mientras los capitalistas, a sabiendas de ella, han fugado 20.000 millones de dólares en el último año.La salida de capitales financia el salvataje de los bancos en quiebra en Estados Unidos y Europa.
Una vez más, los capitalistas y sus políticos están tomando sus recaudos, mientras mandan al pueblo al matadero de una crisis capitalista sin precedentes.
Para hacer frente a la situación necesitamos un programa, lo cual significa, en definitiva, una alternativa popular al derrumbe capitalista.
En primer lugar, es necesario detener la sangría financiera y concentrar los ahorros nacionales para un programa de industrialización, trabajo y empleo; es necesario entonces nacionalizar sin pago el sistema bancario y establecer el monopolio estatal del comercio exterior.
En segundo lugar, es necesario prohibir cualquier suspensión o despido, establecer un aumento general de salarios y jubilaciones y reabrir las paritarias.
El hundimiento del mercado externo debe ser contrabalanceado con una vigorosa reactivación interna, para los cual es necesario nacionalizar las armadurías para construir industrias reales, por ejemplo en telecomunicaciones, ferrocarriles y automotriz.
En oposición a la sumisión de los políticos y del gobierno a los planes de rescate de los acreedores internacionales y de los banqueros, es necesario un congreso económico y político, que deberían convocar la CGT y la CTA, para elaborar un plan de emergencia a cargo de los trabajadores.
En definitiva, ante el proceso de movilización popular que recorre América Latina, debemos llamar a la unidad de los obreros y campesinos frente a la crisis, para impulsar la unidad de América Latina en una perspectiva socialista.
Como ocurrió con Alfonsín en 1989, Bush ha perdido su capacidad de gobierno y hasta es posible que deba adelantar la transmisión del mando.
La televisión ha comenzado a mostrar las primeras manifestaciones de repudio popular al rescate de los banqueros, mientras crecen los despidos en las empresas y los desalojos de las viviendas.
Las jubilaciones se encuentran en peligro, porque las AFJP norteamericanas tienen metido el dinero en los bonos basura que vendieron los especuladores internacionales.
En nuestras tierras, los gobernantes dicen que no debemos inquietarnos, como si lo que hubiéramos vivido hasta ahora estuviera exento de inquietudes.
Pero sea como fuere, la Presidenta ha decidido hacer lo mismo que Bush: rescatar a los banqueros a costa de los contribuyentes y de los trabajadores.
Paga al Club de París y a los banqueros que se disfrazan de bonistas, y hasta ofrece un nuevo canje de deuda que, por la misma crisis, representará una mayor carga financiera.
Por otro lado, manda una movilidad jubilatoria que no es tal porque parte de un piso muy bajo, por la falta de ajustes en los últimos años y porque condiciona las jubilaciones a la recaudación -exactamente como la hacía la ley de Solidaridad Previsional de Cavallo.La Presidenta dice que estamos blindados frente a la crisis, pero los precios de las exportaciones caen y, por este motivo, los sojeros reclaman la devaluación de la moneda -la cual pagaremos los consumidores con mayor inflación.
La Presidenta, de nuevo, dice que tenemos sólidas relaciones internacionales, pero lo cierto es que Brasil se sacude por la crisis mundial, debido al gran endeudamiento que sus capitalistas y el Estado han contraído en los últimos años.
Como lo hizo De la Rúa en 2001, la Presidenta busca apaciguar al pueblo, mientras los capitalistas, a sabiendas de ella, han fugado 20.000 millones de dólares en el último año.La salida de capitales financia el salvataje de los bancos en quiebra en Estados Unidos y Europa.
Una vez más, los capitalistas y sus políticos están tomando sus recaudos, mientras mandan al pueblo al matadero de una crisis capitalista sin precedentes.
Para hacer frente a la situación necesitamos un programa, lo cual significa, en definitiva, una alternativa popular al derrumbe capitalista.
En primer lugar, es necesario detener la sangría financiera y concentrar los ahorros nacionales para un programa de industrialización, trabajo y empleo; es necesario entonces nacionalizar sin pago el sistema bancario y establecer el monopolio estatal del comercio exterior.
En segundo lugar, es necesario prohibir cualquier suspensión o despido, establecer un aumento general de salarios y jubilaciones y reabrir las paritarias.
El hundimiento del mercado externo debe ser contrabalanceado con una vigorosa reactivación interna, para los cual es necesario nacionalizar las armadurías para construir industrias reales, por ejemplo en telecomunicaciones, ferrocarriles y automotriz.
En oposición a la sumisión de los políticos y del gobierno a los planes de rescate de los acreedores internacionales y de los banqueros, es necesario un congreso económico y político, que deberían convocar la CGT y la CTA, para elaborar un plan de emergencia a cargo de los trabajadores.
En definitiva, ante el proceso de movilización popular que recorre América Latina, debemos llamar a la unidad de los obreros y campesinos frente a la crisis, para impulsar la unidad de América Latina en una perspectiva socialista.